Suponiendo que cada niño bueno del planeta reciba un regalo de unos ochocientos gramos, el trineo mágico debería remolcar toneladas de peso, y eso sin contar que la figura del conductor no aporta mucho al vuelo. Se ha calculado que todo ese material viajando a la velocidad requerida para completar la distribución originaría tanta fricción con el aire que el vehículo y sus tripulantes entrarían en combustión casi instantáneamente, haciendo que del cielo caigan trozos de carne asada que bien podrían utilizarse para el 25 al mediodía.(*)
(*) Por Facundo García
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