El día en que a Macri lo dejaron en capilla
Bergoglio lo criticó severamente por no haber “cumplido con su obligación de apelar” la resolución judicial.
Por Horacio CecchiMinutos antes de las dos de la tarde a Mauricio Macri se lo vio cruzar los bordes de la Plaza de Mayo, en diagonal, desde su despacho de jefe de Gobierno porteño hasta la sede del Arzobispado. Lo esperaba el arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Bergoglio. La expectativa de la reunión era nula pero obvia para las dos partes. De un lado el sermón, del otro, en capilla. Desde el 13 de noviembre, las relaciones de fidelidad están crispadas, cuando el propio Macri anunció en público su disposición de no apelar la decisión judicial que hizo lugar al primer amparo por matrimonio de dos tortolitos, Alex Freyre y José María Di Bello. En aquel momento, Bergoglio sermoneó la decisión duramente mediante un comunicado. Ayer, el sermón fue personal, cara a cara. La reunión fue acotada, no llegó a la media hora. Después, Macri declaró ante los medios que pese al respeto y su ser profundamente católico, mantuvo su posición como nuevo paladín de las libertades sexuales. Bergoglio sólo emitió un duro comunicado, con la misma crítica a Macri que había difundido días antes, la de “haber faltado gravemente a su deber de gobernante” al no apelar el fallo judicial.
Curiosa voltereta. Meses antes, el mismo gobierno porteño fijaba posición contraria a la actual, en respuesta al amparo presentado ante la Justicia por la misma pareja Freyre-Di Bello, luego de haber sido rechazada su pretensión de turno matrimonial en el Registro Civil porteño. En aquel momento, los representantes legales del gobierno de Macri sentaron posición afirmando que la acción de amparo no es la vía adecuada, sostuvieron que no le corresponde a la Justicia dilucidar la cuestión y que negar la posibilidad de casarse a los dos solicitantes “no afecta el derecho a la igualdad ni es discriminatorio”, ya que después de todo tenían la unión civil porteña para retozar en sus vidas en común.
Ayer Bergoglio expresó la misma posición que habían sostenido los abogados porteños, pero la sostuvo contra Macri. En un escueto comunicado difundido a los medios, el Arzobispado señaló que “la Constitución y los códigos nacionales no pueden ser modificados por un juez de primera instancia. En tal caso corresponde al mandatario del Ejecutivo tomar todas las medidas para que haya certeza de la legalidad del acto, que en este caso no la hay, y de allí surge la obligación de apelar”.
Como contracara del escueto comunicado eclesiástico, la versión de Macri sobre lo ocurrido en la reunión llevó varios minutos de conferencia de prensa. El jefe de Gobierno porteño dijo que el tono de la reunión fue “respetuoso y cordial” y que “más allá de que en este punto (el del matrimonio gay) tengamos opiniones diferentes, en este caso me corresponde representar a toda la ciudadanía y le expresé que esto tenía que ver con una convicción personal”. El jefe de Gobierno porteño dijo, además, que “ésta es una cuestión cautelar y se tendrá que debatir el tema de fondo en la instancia judicial. Le dije que mi decisión tuvo que ver con convicciones personales que tienen que ver con el deber de un conductor político que es de lograr la libertad e igualdad de los ciudadanos, independientemente de las creencias religiosas que uno puede compartir. Buscamos priorizar libertades independientemente de que respetamos la posición de la Iglesia”.
El recorrido de Macri hasta el despacho de Bergoglio se hizo mientras en las paredes del microcentro aparecían afiches con la imagen de la pareja que se casará el 1º de diciembre (ver aparte), sobre un fondo amarillo y la leyenda “¿Para esto lo votaste?”. Aunque no llevaba firma tenía un claro receptor.
La pregunta que le hicieron los movileros a Macri, a la salida de la reunión “en capilla”, fue el dedo en la llaga, el punto en que se encontraban las relaciones con la Iglesia. Macri respondió lo obvio, que pese a las diferencias todo estaba como siempre. La interna del PRO es testimonio de la relación con la Iglesia. El PRO cruje entre su profesión por la imagen pública (ver aparte) y su confesión vaticana. Por ahora, prevalece el posmodernismo efectista de la primera. Aunque, por lo bajo, las argumentaciones no sean tan elocuentes y refieran a un posible camino hacia los subterráneos que el Dante diseñó en su Divina Comedia. Constituido con unos cuantos referentes de la más pura cepa vaticana, el PRO se peina ante un espejo que de a ratos rechina, desde que su máximo representante sorprendió a socios y adversarios con una verónica para favorecer las libertades sexuales.
A Santiago de Estrada, referente del PRO, y a quien lo conocen amistosa y respetuosamente como el Obispo por sus vinculaciones con la Iglesia, la sorpresa de Macri lo descolocó frente a los micrófonos de los movileros: eludió toda definición, lo que es un dato en un tema tan sensible a la Iglesia. Sólo dijo “no voy a hacer declaraciones”. En el bloque macrista de diputados, se corría el chiste que decía “no sabemos qué opinará Gaby”, por la aceitada relación que mantiene Michetti con el cardenal Bergoglio. El ex PRO Federico Young consideró que “todo el mundo tiene derecho a hacer lo que quiere dentro de la ley y la Constitución. No sé por qué si tienen la unión civil tienen tanto interés en el matrimonio”. Paula Bertol, diputada del PRO, en cambio, se puso del lado del jefe de Gobierno porteño. En cambio, la legisladora evangelista Cinthia Hotton rechazó por lo bajo la decisión libertaria de Mauricio.